mércores, 28 de maio de 2008

El príncipe feliz


Oscar Wilde escribió esta historia...
"para todos aquellos que han conservado sus facultades infantiles de sorprenderse y de gozar, y que además encuentran sencillas las más sutiles maravillas"
(es una pena que no todos conservemos las mismas facultades)

En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.
Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.
Por todo lo cual era muy admirada.
-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico.
Y realmente no lo era.
-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-.
El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.
Sigue leyendo en castellano y ¿por qué no en inglés?

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